Lo viejo y lo nuevo Hebreos 9:1-14
En el pasaje de hoy, el autor compara las normas del primer pacto (vv. 1-10) con las del nuevo pacto (vv. 11-14). Explica que, si bien el tabernáculo terrenal y el ritual sacrificial asociado con ese tabernáculo tenía limitaciones para acercarnos a Dios, el sacrificio perfecto de Cristo puede realmente purificar nuestra conciencia de las obras muertas.
¿Cómo es Dios?
Vv. 1-5. En el primer pacto, decretó ordenanzas de culto y un santuario terrenal. En la primera sala del tabernáculo, o Lugar Santo, había un candelabro, una mesa y los panes de la proposición sobre ella. Detrás del segundo velo se encontraba la segunda sala, llamada Lugar Santísimo. En esa sala había un altar de oro para el incienso y el arca del pacto, el cual estaba totalmente cubierto de oro. Dentro del arca había un recipiente de oro que contenía el maná, la vara de Aarón a la que le habían salido hojas y las dos tablas del pacto que eran de piedra. Encima del arca estaban los querubines (un tipo de ángel), los cuales cubrían con sus alas el propiciatorio (el lugar de la expiación). Todos estos mobiliarios del Santuario son sólo una sombra y un símbolo de las cosas celestiales, es decir, del trono y la presencia de Dios. ¿Se encuentra, aún, ligado a las figuras de la Antigua Alianza?
Vv. 6-8. Predijo el sacrificio de expiación perfecto. El hecho de que el sumo sacerdote del antiguo pacto entraba en el Lugar Santísimo una vez al año y ofrecía sacrificios, sugería que la “completa” expiación aún no se había realizado. Más bien, el pueblo de Israel contemplaba “el sacrificio perfecto” venidero, a través de los sacrificios repetitivos.
Vv. 11-14. Con su propia sangre, entró en el Santuario celestial una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna. Porque, Cristo ofreció el sacrificio en el tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo y logró la liberación eterna, entrando en el Lugar Santísimo con su propia sangre y no con la sangre de animales. Por medio del Espíritu Santo, Él se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha, y su sangre limpia nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que adoremos al Dios Vivo.
Enseñanzas
Vv. 9, 10. Las ofrendas y los sacrificios del antiguo pacto no pueden limpiar la conciencia de las personas que celebraban el sacrificio. Estos eran “prescripciones carnales” que solo ofrecían purificaciones externas, con una validez temporaria y limitada hasta “el tiempo de reformar las cosas”. Entonces, con la sangre del sacrificio de Cristo, el primer pacto quedó abolido.
Oración: Te alabo, Señor, por haberme perdonado mis pecados de una vez, mediante el sacrificio perfecto, y abrir el camino a la vida eterna.
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