sábado, 20 de octubre de 2018

El Mediador del nuevo pacto

El Mediador del nuevo pacto Hebreos 9:15-28

Cristo, el Mediador del nuevo pacto, se entregó a sí mismo a Dios como sacrificio, una vez y para siempre, en el santuario celestial.

¿Cómo es Dios?Vv. 15-18. Cristo, el Mediador del nuevo pacto, nos ha provisto la redención de los pecados por medio de su muerte sacrificial, para que podamos recibir la herencia eterna prometida. El pacto establecido con su pueblo es equivalente a un testamento, puesto que ese pacto eterno entró en vigencia con la muerte de Cristo. Si la muerte entró a causa del pecado, la muerte de Cristo fue la muerte expiatoria por el pecado, que al mismo tiempo trajo la vida. Demos gracias a Dios por habernos dado la herencia eterna.

Vv. 18-22. Nos redimió del pecado con su sangre derramada. Pues, no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre. Por eso, Moisés rociaba con la sangre de los animales el libro de la ley y a todo el pueblo, el tabernáculo y todos los objetos que se usaban en el culto, con el fin de purificarlos.

Vv. 23, 24. Cristo ofreció el sacrificio de sí mismo en el verdadero santuario que está en el cielo, para guiarnos a la presencia de Dios. De este modo, las cosas verdaderas del cielo fueron purificadas con el mejor de los sacrificios: la sangre de Jesucristo. Cristo no entró en un santuario terrenal, sino en el cielo mismo, donde ahora se presenta delante de Dios a favor nuestro. Por ende, Cristo, quien ofreció un sacrificio superior, está continuamente ejerciendo su ministerio de intercesión por nosotros. ¿Está gozando de la comunión con Dios a través de Jesucristo?

Vv. 25, 26. En el fin de los tiempos, Cristo consumó la expiación de los pecados, ofreciéndose a sí mismo como sacrificio una sola vez y para siempre. Por lo tanto, el sacrificio de Cristo no necesita ser repetida. Si bien, los sumos sacerdotes bajo la ley entraban cada año en el Lugar Santísimo, Cristo completó nuestra salvación ofreciéndose una sola vez a sí mismo. Él se presentó al final de los tiempos y llevó a cabo la expiación perfecta.

Vv. 27, 28. Cristo vendrá otra vez, ya no para cargar con nuestros pecados, sino para reunir a todos los que lo esperan con anhelo. Por tanto, debemos vivir ansiando la venida del Señor (Apocalipsis 22:20).

Oración: Te alabo, Dios, porque has consumado tu salvación, ofreciendo el mejor sacrificio por nosotros.

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