Proverbios 1:1-7
Este pasaje es el prólogo de todo el libro de Proverbios. Aquí se presentan: al escritor, la finalidad, el destinatario, tipos de proverbios y los principios fundamentales para su lectura.
¿Cómo es Dios?
Vv. 1, 7a. A través de la colección de “Proverbios” del sabio rey de Salomón y de otros que fueron escritos a lo largo de varias generaciones, nos mostró el camino de la sabiduría, de la felicidad y la vida. El temor de Jehová es el origen de esa sabiduría, por lo tanto, la actitud más importante para comenzar a meditar este precioso libro
es el temor de Dios. Cuando meditemos este libro confiando y dependiendo de Dios y con un corazón deseoso de glorificarlo, comprenderemos realmente la verdad de Proverbios.
Enseñanzas
Vv. 2, 3. El libro de Proverbios nos enseña la sabiduría de la vida y, por supuesto, también los errores que fácilmente podemos cometer, y nos corrige. Refléjese a sí mismo, su vida y su personalidad, a la luz de las palabras de los proverbios que muestran las maneras de proceder con sabiduría, justicia, equidad y recta. Oremos para que la meditación no sea hecha para adquirir una mera técnica para la vida, sino para que a través de ella nuestro carácter y personalidad se vaya asemejándose cada vez más a la sabiduría celestial.
Vv. 4, 5, 7b. El libro de Proverbios contiene mensajes que todas las personas, tanto inocentes que aceptan fácilmente lo que sea, buena o mala, (“simples”) como jóvenes y sabios, tienen que oír. La persona más necia es la persona que piensa tercamente que no hay nada más que aprender, sin saber su límite y su vulnerabilidad (v. 7b). La sabiduría no es ni bondad indiscriminada ni convicción arrogante. No se quede satisfecho con los conocimientos que posee; más bien, póstrese ante la Palabra con un corazón vacío y acepte su ignorancia con humildad. Medite en los Proverbios con la determinación de volver cuando le dice que vuelva, de abandonar cundo le dice que abandone y de soltar cuando le dice que suelte lo que está sosteniendo con las dos manos. No debe atenerse a su propia sabiduría ni alardear de ella delante de las enseñanzas y la admonición de Aquel que es más sabio que usted.
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